lunes, 1 de octubre de 2012

En algún lugar

Sé que te encuentras en algún lugar, no sé exactamente en cual. Me enseñaste que los lugares no son espacios físicos, sino estados de ánimo y la vida me enseñó a pasar del cielo al infierno estando en la misma ciudad, en el mismo barrio, en la misma casa, en la misma cama...
Hoy sabes exactamente que te extraño tanto o más que ese domingo en la mañana en la que tu misión en la tierra terminó y debías irte donde el dolor de la carne no te alcanzara, donde las injusticias del mundo serían ajenas a tu sentir y donde probablemente encontrarías la paz que necesitan en ocasiones las almas.
Como te lo dije el día de la despedida, en ocasiones por el agite diario puedes terminar desplazada de mi mente, ya sabes como soy, indisciplinada, dispersa, a veces con pensamientos incoherentes... Pero siempre yo.
El último mes no ha sido fácil, especialmente en la última semana. Ya ves como esos temores que tuve de niña, pensando que al crecer perdería mucho de lo que fui se hicieron más tangibles. El mundo golpea, irrita, derrumba. Pero ya me ves, con una fuerza que no sé de donde sale, sigo en pie, cayendo siempre, pero levántandome, aunque el polvo del suelo intente nublar el brillo de mis ojos. 
Extraño tus abrazos, bendiciones y hasta regaños antes de ir a dormir. A ti te debo más que la vida, la existencia. Sigo luchando por ese sueño que tuvimos hace muchos años, la semilla que sembraste en mi interior ha hecho raíces en el alma, en el corazón, en la vida. 
Sin embargo sabes que no ha sido fácil, hay días de sol, que quema cada fibra, que me hace mover como si tuviera una batería eterna. En otros más grises, la lluvia inunda el alma, el pensamiento, la razón.
Me hubiera encantando que hubieras tenido más tiempo para mi. Ir de tu mano por este camino que a veces se me hace tortuoso, que pudieras coser mis alas cuando en días como hoy han sido rotas por las traiciones, los desaciertos, los errores propios, las actitudes externas, los dolores del alma y la inclemencia de la vida. 
Quizás de tu mano las cosas no serían perfectas, pero en mi universo mágico, de colores, de inocencia, de locuras y porqué no, lágrimas de cristal, serían ideales. 
¿Me enseñaste cuantas cosas? Que a veces basta con amar para entender porqué nos hieren. Que aunque haya problemas, las soluciones llegaron antes que ellos. Que tal vez hay personas buenas, malas, pero ante todo, personas! Que el corazón hay que cambiarlo de vez en cuando y que el repuesto está en la vida, la esperanza, los sueños, los amigos, las pasiones y Dios. 
Te fuiste sin conocer los frutos de un amor que hoy no sé si llegará, pero que sabes, no me hace falta, porque me enseñaste a no depender de nadie para ser felíz. 
A pesar de todo te siento tan cerca, tan aquí... Sé que has consolado cada una de las lágrimas de esta semana, has peleado por mi en cada una de las batallas recientes, porque aún estando derrotada, sigo ilesa ante las cosas que no sé si por ignorancia o temor sigo sin entender. 
¡Estoy bien! Porque vivo, río, aún tengo razones por las cuales seguir luchando. ¿Problemas? ¿Circunstancias adversas? ¿Lágrimas? ¿Tristeza? ¿Desilusión? Son sencillamente parte de este andar... Andar en el que no me acompañas y se me arruga el corazón cuando con cada logro obtenido recuerdo que te debo tanto... ¡Tanto!
Sígueme cuidando como cuando era una niña... Si, tu niña rebelde para comer y aceptar que era hora de ir a dormir... Indisciplinada con los medicamentos y desordenada con los juguetes. A esa niña que tanta paciencia le tuviste, incluso cuando dejó de serlo y como adolescente se escondió tras una gélida impaciencia. 
¡Te me fuiste en la mitad del camino! Ahora soy una mujer, quizás con las características, valores, errores y defectos que tanto amaste, por la que lloraste, oraste y sentiste angustia cuando al parecer la vida se escapaba y pensabas que era demasiado joven para no seguir conociendo cada rincón del mundo, cada espacio de esta existencia.
Se acerca nuevamente mi cumpleaños, el 4to sin ti... A la vez tan cerca y tan lejos. Regalos materiales ya no me deslumbran y sabes cual es mi deseo para este nuevo año de vida... Quizás nunca llegue, como nunca llegó un hermano, como nunca llegó a quien siempre esperé en Navidad, y como nunca llegó tu despertar de ese coma. 
Pero sé que desde el lugar en el que te encuentras, tu luz guía mi existencia, repara los daños y cura mis heridas. Sigue dándome fuerza para seguir en este viaje en el cual ese 9 de agosto dejé de ser copiloto y tomé tu lugar, tomé el timón y aunque me estrelle contra mil postes, sigo hacia adelante. Aunque me salga del camino, aunque pierda la hoja de ruta.
¡Te amo más que siempre, te extraño en la noche, en el almuerzo, en las fiestas, en las lágrimas, en la soledad.. Pero te amo!
Mi angelito de eterna sonrisa, que tu paz sea la mía, que tu vida sea mi motor, que tu ausencia sea mi impulso y que tus sueños sean la mejor razón para seguir, en este momento, lejos de ti y desde este lugar.